Etiqueta del juego.

Sobrada ansia en el juego, y conocida gana de ganar, son de ordinario el origen de muchas acciones pesadas y groseras.

Reglas de la buena crianza civil y cristiana.

 

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No hay ejercicio en que las pasiones queden más libres que en el juego, ni donde se enciendan más fácilmente, y den libertad a sus movimientos. En el juego se descubre el natural de cada uno sin disfraz. Los inciviles y malcriados, sueltan de ordinario algunas incongruidades, y términos ofensivos, o poco gratos. Y tal parece dulce y afable en el trato común, que en el juego se repara ser descortés.

Acuérdate que un hombre de bien jamás ha de jugar sino por diversión; y luego que la pasión domina en el juego, ya no es diversión sino un ejercicio penoso y violento.

Como en la juventud todo suele ser pasión, has de ir con cuidado, en que el juego no sea el escollo donde naufrague tu mansedumbre y cortesía; juega siempre de manera, que el juego honre, por decirlo así, a tu educación.

Sobrada ansia en el juego, y conocida gana de ganar, son de ordinario el origen de muchas acciones pesadas y groseras. Un gran tahúr está sujeto a grandes incongruidades; manifestar grande alegría de la ganancia, ofende a los que pierden, y produce de ordinario, algunas palabras ásperas; evita con cuidado todos estos defectos, y por lo mismo, está siempre sobre ti mismo. Un poco de frialdad, o alegre indiferencia, está bien en el juego, cuando juegan en él gente de garbo y civil; la política y la modestia todo lo hermosean.

No dejes de evitar con menos cuidado ciertos clamores súbitos e importunos, ciertos insultos de júbilo, o de indignación según la suerte del juego. La cortesía pide una justa moderación, y una igualdad de ánimo, de vos y de modos siempre inalterables. Hazte ley de ceder siempre a tu compañero, primacía, asiento y elección; no hay cosa más decente, ni que te haga mayor honra, que el ceder generosamente estas pequeñas ventajas. Un hombre de buena crianza adquiere estimación con la gente civil, a poco gasto. La disputa, la temeridad, el calor, la impaciencia en el juego son de gente ordinaria; la cortesanía, sobre todo en el juego, tiene un no se que de noble, que atrae y satisface.

No hay cosa más ridícula, que volverse con indignación contra los instrumentos del juego, y querer atribuirles los efectos de nuestra poca habilidad, o de nuestra impaciencia. Hablad siempre con mucho respeto, y circunspección, y evitad la aspereza, así en la voz, como en los gestos; acostumbraos a ser civiles, graciosos y afables en el juego; y lo seréis en todo lo demás.