Indicaciones útiles para los jóvenes de mayor edad

Los jóvenes, que no niños, también tienen que aprender a moverse de forma correcta en sociedad

Urbanidad para el uso de los alumnos. 1848.

 

Etiqueta para jóvenes. Jóvenes de mayor edad: reglas de etiqueta para moverse en sociedad foto base Maria Teneva - Unsplash

Jóvenes de mayor edad: reglas de etiqueta para moverse en sociedad

Aquella urbanidad

La juventud adulta difiere bastante de la niñez, debiendo su círculo en sociedad ser más extenso.

En el gran mundo donde se reúnen personas bien educadas, de saber y experiencia, pero donde sin embargo nada se perdona y todo se critica, es sumamente impolítico hacerse el distraído, bostezar, tararear, frotarse, hurgarse la nariz o la dentadura, extenderse en un canapé, colocarse de espaldas a la chimenea interceptando el calor a los concurrentes, hablar en secreto o en otro idioma distinto del que se usa en general, sacar papeles del bolsillo para leerlos sin más objeto que darse tono, y mirar el reloj continuamente como señal de impaciencia.

Tampoco es decente reír a carcajadas con lo que tanto se descompone el cuerpo y el rostro; solo puede ser bien visto cuando, por lo alegre o lo picante de la conversación, sea imposible reprimirse.

No por esto, se crea que un joven bien educado ha de mantenerse con semblante impasible o adusto; la sonrisa a tiempo es grata al sujeto y a la sociedad que la motiva.

No debe olvidarse nunca que el caer un guante, pañuelo u otra cosa semejante, exige la urbanidad recogerlo y entregarlo a una señora, y justo será acompañarlo de un cumplido decente que de prueba de finura del que lo dirige.

Al subir o bajar de una escalera o carruaje se ofrece la mano a la señora de más edad, cuando sean varias las que se hallen entre la compañía, sin marcar preferencias exclusivas que pueden herir el amor propio de las que se vean desatendidas, e igual oferta se hace del brazo por las calles o paseo.

En toda reunión es indispensable, después de un saludo general, aprovechar la ocasión favorable para presentarse a los dueños de la casa con el fin de ofrecerles particularmente sus respetos.

Debe huirse mucho de la manía de querer pasar por gracioso a toda costa, porque se tocan graves inconvenientes para sostener por mucho tiempo un papel semejante, logrando las más veces fastidiar a los demás y ser objeto de la crítica general y aun de las bufonadas de los más atrevidos; también tiene muchos inconvenientes la repetición de los refranes o el contar cuentos a diestro y siniestro.

Si se trata de ocupar el rato en juegos o distracciones de las que estén en uso, el buen gusto exige no empeñarse en dar un dictamen y sostenerlo; lo más propio es avenirse al parecer de la mayoría, recordando que nada es más insoportable en toda reunión que la terquedad o espíritu de contradicción.

Imprudente sería aparecer sombrío o triste, entre una sociedad bulliciosa y alegre, y mucho más lo fuera presentase con atolondramiento, jovialidad o tono burlón entre personas a quienes aflija algún sentimiento. El joven bien criado debe presentarse según las circunstancias.

Cuando la conversación es general, no conviene dirigirse repetidamente a una misma persona, y debe darse a cada una de las que tomen palabra, el tiempo necesario para desarrollar sus ideas, sin acalorarse jamás ni encolerizarse; al contrario, si alguno tuviese la desgracia de dejarse dominar del genio, es prudente disimularlo, y no dar a entender por ello el menor desagrado.

Ha de evitarse el uso de frases muy estudiadas o pomposas, y de circunloquios o figuras inútiles o innecesarias, porque lejos de adquirir por ello el concepto de erudito, se obtendrá indudablemente el de pedante; el idioma puro, conocido y correcto es más conveniente y digno del joven urbano, y en el uso de la palabra es acertado adoptar un tono dulce y flexible, pero que siempre esté en proporción a la clase de las personas a quien se dirige.

El recurso de hablar de las estaciones es miserable; el alabar excesivamente a una persona, especialmente femenino, delante de otras señoras, es grosería, y el criticar la vida privada, imprudencia.

Digno es de aprecio el que sabe elegir asuntos con que ocupar a la sociedad sin murmurar, ni herir el amor propio de nadie; muy expuesto a incomodidades, y hasta a verse envuelto en lances pesados, el no medir las palabras antes de pronunciarlas.

Si es invitado a frecuentar una casa, ofreciéndosela su dueño, debe a los pocos días visitarle, y observar en su primera entrevista, si la oferta fue por puro cumplimiento o no; en el segundo caso, es justo cultivar el nuevo conocimiento; mas en el primero, sin darse por resentido, prudente es no repetir la visita.

Si se van a un baile con varios sujetos, y entre ellos hay señoras, o a una comida de campo, la buena crianza exige que al día siguiente se envíe a saber si han descansado, yendo en persona, si hubiere intimidad; y en la primera de dichas diversiones, justo es acreditar agilidad, finura, y sobre todo tener decoro.

A una persona amiga o conocida que regresa de una ausencia más o menos prolongada, debe visitársela a fin de darle la bienvenida.

Últimamente, en sociedad, el joven bien educado procura ser decente en todas las ocasiones, evitando sobremanera, hasta en los actos familiares o entre personas con quienes se tenga intimidad, obrar indecorosamente y en términos que sus modales sean motivo de disgusto a los padres de familia, o de alarmar el rubor de las jóvenes o señoras que dispensan una cortés, honesta y afectuosa benevolencia, teniendo mucho cuidado en no usar equívocos o epigramas que hieran o puedan tomarse por un insulto a los presentes.

"Toda hora perdida en la juventud, es una probabilidad de desgracia para el porvenir". Napoleón Bonaparte.

Puede suceder que entre personas de buen humor se promuevan bromas inocentes y sin más objeto que el de pasar el tiempo; en tal caso, justo es seguirlas y no incomodarse hasta el extremo de rechazarlas brutalmente, porque esto sería prueba de insociabilidad y poca cordura; pero jamás ha de ser un joven complaciente con bajeza.

Si se hacen regalos o se reciben, es ridículo alabar lo que se regala, y mucho más, menospreciar lo que se recibe; ambos actos merecen aprecio, no por lo que son, sino por la prueba de amistad que significan.

Es el gran recurso de las reuniones hablar de noticias, y por lo tanto conviene a la juventud estar al corriente de las más interesantes; pero jamás es prudente entrar en cuestión, si no se conocen los medios de sostenerla con tino, porque a la verdad haría un feo papel, un joven que disputase acerca de la capital de Rusia, desconociendo su situación, riquezas, influencia, población, comercio e industria.

Finalmente, es indispensable a todo joven que desea evitar disgustos, estudiar el genio de las personas para no chocar con sus gustos y hasta sus preocupaciones; porque en sociedad nadie tiene derecho a exigir que los demás varíen de genio según el de cada uno de los concurrentes, y más acertado es amoldarse al de cada cual en lo posible a fin de merecer la reputación de fino y delicado en el trato.