Los entierros, duelos y lutos.

Cuando nuestros amigos o parientes pierdan algún individuo de su familia, nos prestaremos gustosos a acompañarlos en tan doloroso trance.

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De los entierros, duelos y lutos.

Otra clase de reuniones hay que son mucho menos agradables, pero que nos imponen deberes más sagrados, pues nunca será tan intolerable contrariar la alegría del que goza, como negar sus consuelos al triste.

Cuando nuestros amigos o parientes pierdan algún individuo de su familia, nos prestaremos gustosos a acompañarlos en tan doloroso trance siempre que ellos nos lo indiquen, pues sería impertinente que fuésemos a situarnos nosotros mismos en una casa en tales circunstancias sin ser invitados para ello.

Si esto se efectúa, observemos una conducta que sea enteramente propia de las circunstancias, manifestando en todos nuestros actos que respetamos, su situación y tomamos parte en su dolor.

Las personas que frecuenten una casa, testigo reciente de una de estas desgracias, guardarán suma compostura, desterrando de su conversación la risa y los chistes, aunque sea con el objeto de distraer a la desolada familia.

Luego que acaba de fallecer la persona, uno de los parientes más próximos da parte a todos sus amigos por medio de una esquela, que contiene la invitación de asistir al oficio de difuntos y al entierro.

Con este aviso, pasan los amigos a la casa del difunto, en la cual se colocan los hombres y las mujeres separados.

Al entrar, se saluda sin hablar y se permanece en silencio hasta que vienen a advertir que sale el cortejo fúnebre ordenado para dirigirse al campo santo o cementerio.

En el oficio de difuntos los individuos de la familia tienen derecho de colocarse en los principales asientos, que son los más inmediatos al féretro. Los viudos, los padres y los hijos no asisten a los entierros.

Además da las esquelas de difuntos para convocar a ios funerales a los amigos que residen en la misma población, se escriben cartas a los ausentes participándoles el suceso, los cuales contestarán inmediatamente con una carta de pésame.

El uso de los lutos sufre muchísimas variaciones. Lo regular y generalmente observado es llevar un año de luto con el alivio correspondiente los viudos y viudas, los padres y los hijos. Por abuelos y hermanos se lleva luto durante seis meses.

Las viudas suelen llevarlo dos años, pero no es de rigor.

En el tiempo del luto, sobre todo los seis primeros meses, no se devuelven las visitas, ni se concurre a los paseos, a los teatros, ni a ninguna diversión pública.

También estaría mal visto tener reunión en su casa, y mucho menos cantar, tocar o bailar.

Durante todo el tiempo del luto se usan obleas y lacre negro, escribiendo sobre un papel con filete negro.

Cuando se celebran honras fúnebres, solo los amigos íntimos van a la casa para acompañar al que preside el duelo; los demás convidados pasan directamente al templo.

La familia ocupará en él el lugar preferente cerca del féretro e inmediato al altar.

Terminados los oficios religiosos, los amigos íntimos acompañan a los parientes del difunto, y los demás se separan en la iglesia.

En cualquiera tiempo que se celebren los aniversarios, es un día de duelo para la familia, y por lo tanto ésta desterrará de su casa toda especie de bullicio y de alegría.