Tratado de Protocolo: el orden y el concierto.

El protocolo es orden y sentido común. Si el protocolo no existiera sería preciso inventarlo.

El Semanal Digital

 

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La necesidad de protocolo en el orden político y ceremonial es una realidad que viene de muy antiguo, y su conocimiento supone una enseñanza de gran utilidad práctica.

El protocolo es orden y sentido común. Si el protocolo no existiera sería preciso inventarlo. Políticos, diplomáticos y militares saben de la conveniencia de utilizar un orden predeterminado que salvaguarde posiciones de rango y jerarquía. El profesor de la Universidad de Oviedo, Felio A. Vilarrubias, es bien conocido por sus conocimientos de protocolo y con todo su bagaje y experiencia ofrece un tratado ordenado en todas las instancias que permite saber las posiciones y conveniencias de cada cual, en cada uno de los estamentos de la gran arquitectura del Reino, en cada lugar y en cada ocasión. Una serie de dibujos y reproducciones ilustran bien los casos explicados, sobre todo en la vexilología o tratado de las banderas.

El libro está bien estructurado al comenzar por el Derecho Premial, continuar por las Universales de Protocolo y la filosofía del siglo XXI, junto a la legislación; ordenamiento protocolario del presente; la estética del ceremonial y supuestos prácticos; y terminar con la simbología, heráldica, vexilología y nobiliaria. No excluye en los apartados la programación de los actos; el arte y técnica del ensayo; la gastronomía en la organización de los actos y la seguridad de los mismos. El libro lleva un prólogo del embajador Antonio Cosano, director de la Escuela Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores.

El protocolo internacional, como bien señala el embajador Cosano, sirve para aportar respeto, libertad, igualdad e independencia a los países más débiles y para evitar incidentes entre Estados o entre sus representantes. Es un juego imaginativo y sutil, junto a la misma norma que lo rige. Nada es baladí: desde una mesa redonda hasta la prelación de entrada de unos y otros en un encuentro, los colores que puedan albergar alguna simbología escorada, o la presencia de flores o plantas emblemáticas de algún grupo o comunidad... Recuérdense los equilibrios que hubo que hacer en la reunión de palestinos e israelíes durante la conferencia de Madrid en el Palacio Real.

España tiene la estructura de un país con comunidades autónomas y esto exige también un orden y una prelación convencional establecida para evitar posibles incidentes o agravios comparativos en los actos y ceremoniales con el Estado. Pese a que todo parece contado, medido y pesado, siempre puede presentarse algún ofendido con razón o sin ella. (Recuerdo el empujón de Luis Yáñez a la jefa de protocolo porque no le sentó en el lugar que él estimaba adecuado en el paraninfo alcalaíno durante la entrega de un premio Cervantes. Enfadado, se fue y no se quedó a la ceremonia. Javier Solana, entonces ministro de Cultura, solventó el asunto con una amable carta posterior al acto).

Mucho enseña el libro de Felio A. Vilarrubias, con su exposición clara sobre lo legislado y lo que se debe hacer, pero también enseña la experiencia y la salida airosa de la complicación. En Derecho se dice que "el conflicto dinamiza la norma". La soluciones protocolarias a casos ambiguos y complejos -porque "la vida es más rica que la norma"- daría también pautas de buen hacer en casos concretos, de capacidad de reacción, de imaginación creadora. Ese segundo libro estaría por hacer y sería interesante, más que como puras anécdotas de ejercicio de protocolo, por lo que tienen de enseñanza práctica. Desde la bebida del agua del lavafrutas por una reina para evitar la vergüenza del invitado que lo hizo primero, al restado de rayos al sol de Vergina en la bandera para dar gusto a Grecia y a Macedonia al mismo tiempo, como cuenta el embajador Cosano en el prólogo.

"La moneda del honor es siempre inagotable y fructífera en manos del sabio distribuidor", dice Fernando García-Mercadal.