La urbanidad relativa a los deberes de la religión. Respeto en los templos.

El sentimiento religioso es la inmensa, quizá la única diferencia que se encuentra entre el hombre y el animal.

Nuevo Manual de la Buena Sociedad o Guía de la Urbanidad y de la Buena Educación.

 

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Ya lo hemos dicho en un principio, la buena educación preside a las más nobles enseñanzas de la moral como regula las más vivas expansiones del placer. Vamos ahora ante todo a considerarla bajo el aspecto religioso.

El respeto en los templos.

El sentimiento religioso es la inmensa, quizá la única diferencia que se encuentra entre el hombre y el animal. Bien que os absorva con su profundidad, ya os exalte con placer o por desgracia sea tibia vuestra alma a esta misteriosa y sublime inspiración, debe siempre llenaros de respeto. Asi cuando visitéis un templo guardad silencio o al menos no habléis más que en voz baja y raramente; descubríos, marchad con paso lento y grave, deteneos inclinándoos si alguna ceremonia reúne una asamblea piadosa. Bien el templo sea una sinagoga , o una iglesia de católicos o protestantes, recordad que en aquel sitio se reúnen los hombres para rendir culto al Criador del universo; que alli buscan el consuelo de sus penas y el perdón de sus errores.

Si visitáis como aficionado una iglesia u otro edificio semejante, procurad hacerlo fuera de las horas en que se celebran los oficios. Considerad en silencio los cuadros, estatuas, etc.; guardaos sobre todo de imitar a los imbéciles que ensucian con su oscuro nombre, nombre de algunos instantes, monumentos destinados a atravesar los siglos. No olvidéis como ellos, que la sola cosa que deben aguardar, es la desdeñosa sonrisa de todos los amigos ilustres de las artes.

No aguardéis que los guardianes o conserjes reclamen de vosotros la gratificación debida a la complacencia que han tenido de guiaros; ofrecérsela al dejarlos y dadles las gracias. Pagad también el precio de las sillas sin ninguna discusión, evitando cambiar las piezas de oro o plata, para lo cual llevareís siempre monedas de menor valor. El respeto debido a los templos prescribe abstenerse de todo lo que parezca a los cuidados de un negocio.

Debiera haber aconsejado desde luego el lenguaje de la tolerancia y de la veneración religiosa general: al presente quiero ocuparme del de la fe y la piedad. Que la propiedad y la modestia de vuestros vestidos, que vuestro exterior discreto y respetuoso indique que comprendéis lo que se debe a la casa de Dios. Inclinaos al entrar; tomad agua bendita, marchad enseguida por el camino mas corto y y sin precipitación al puesto que debéis ocupar; si es posible, no cambiéis de lugar ni os pongáis al paso; no llevéis sillas de un lado a otro; tomad dos a fin de no tener necesidad de variar vuestro asiento según lo exijan las circunstancias de las ceremonias del culto. Si los oficios están comenzados, quedaos a la entrada a fin de no incomodar a los asistentes con vuestra llegada. La misma razón debe obligaros a no salir antes que se concluyan a menos que no tengáis causas apremiantes.

Si vais acompañados de una persona a quien debéis consideración, adelantaos para ofrecerle agua bendita: preparadle dos sillas y colocaos cerca de ella. Cuando salgáis franqueadle el paso, llevad su libro de oraciones, presentadle de nuevo el agua bendita y sostened la cortina mientras atraviesa la puerta. Estas dos últimas deferencias, deben otorgarse por las personas bien educadas, a los que se encuentren cerca de ellos a la entrada o a la salida de la iglesia. Las considoraciones benévolas para con los demás, son un digno acompañamiento de la oración.

Si un dia de gran concurrencia teneís dos sillas, está en el orden ofrecer una al que no la tiene: un caballero debe siempre ceder la suya en favor de cualquiera señora que esté de pie. Todos saben que es contrario a la santidad del lugar pasearse en la iglesia como en un paseo público; conversar como en una casa particular; hacer señas o emplear miradas de curiosidad; tener una postura que revele, la preocupación o el enojo; balancearse, sobre su asiento; agitarse de modo que se incomode al que está colocado delante; llevar a aquel lugar perros, paquetes o bultos, etc.

Durante el sermón se debe procurar no hacer ruido alguno, inclinando la cabeza con respeto cada vez que el predicador pronuncia el nombre sagrado de Jesucristo.

Ya que concedáis o neguéis limosna a los que la piden, responded siempre con un saludo.

Es completamente contrario a las exigencias del lugar santo oprimirse y agitarse para ir a la ofrenda, para tomar la ceniza o aproximarse al confesonario. En este último caso sobre todo debéis aguardar en silencio vuestro turno sin tratar de suplantar las personas que estén antes que vosotros; en todo caso, si tenéis algunos motivos poderosos podéis hacerlos valer con dulzura y política. Las disputas que se suscitan frecuentemente con este motivo son a la vez una inconsecuencia y una impiedad.

Luego que uno se acerca a la santa Misa debe dejar sus guantes, el libro y cualquiera otro objeto impropio de aquel acto. Es conveniente que las señoras se presenten cubiertas con un velo ligeramente levantado; este es el anuncio de la piedad y del pudor.