Escarapela Nacional.

Divisa de uno o más colores, en forma de rosa o lazo y otras, que se coloca en la parte más visible del sombrero o morrión, etc., y es el distintivo de los ejércitos de diferentes naciones, etc.

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El Diccionario de la Academia Española, en su duodécima edición, al definir la palabra escarapela, en su página 447, da primeramente la definición que Sebastián de Cobarrubias hacía de la misma en su Tesoro de la lengua castellana: Riña, o quimera, principalmente entre mujercillas, en las que, de ordinario, se pasa de las injurias a los repelones y arañazos: y a renglón seguido trascribe la que ya dio en 1732, al publicarse el Diccionario de Autoridades, que es: Divisa de uno o más colores, en forma de rosa o lazo y otras, que se coloca en la parte más visible del sombrero o morrión, etc., y es el distintivo de los ejércitos de diferentes naciones, etc.

Esta diferencia de definiciones prueba claramente, como hace observar el informe de la Academia de la Historia ya mencionado, que la escarapela es un objeto moderno, como lo demuestra la palabra francesa cocarde, que el "Dictionnaire de la conversation et de la lecture" (segunda edición), al definirla, sostiene que su uso sólo data de las últimas guerras del siglo XVII; y que Larousse, en su "Grand Dictionnaire du XIX siécle", dice que la "cocarde" se llamaba así por unas crestas o plumas de gallo que se ponían en los sombreros y que se empezó a usar en el ejército de Luis XIII, añadiendo que los franceses la usaron blanca y roja, durante la guerra de sucesión (el blanco fue el color de la bandera francesa desde Enrique IV, en 1589, y el rojo el color de España), y que durante la guerra de los siete años la llevaron blanca y verde; es decir, tomando el color de sus aliados unido con el nacional.

En 1869, el Gobierno Provisional creyó ver en el uso de la escarapela roja un recuerdo de la Casa de Borbón, pero no teniendo seguridad completa de esto, consultó, como hemos dicho, a la Academia de la Historia, la que apoyándose en los colores de los escudos, de las banderas y estandartes históricos que aún se conservan en España, y sobre todo en que los colores de la Casa de Borbón son el azul de su escudo o el blanco de la bandera de Enrique IV, emitió el razonado parecer de que se conservase la escarapela roja, como distintivo que ha sido siempre de la Nación, y sobre todo de la unidad nacional; y porque resulta de una manera evidente que al adoptar la escarapela roja, la Casa de Borbón-Anjou, al venir a España, lo hizo como una prueba de deferencia al color nacional, puesto que siendo entonces el Rey y el Estado como sinónimos, si hubiera querido imponer el color azul, o el blanco y rojo, éstos habrían sido los colores nacionales, así como en tiempo de la Casa de Austria lo fue el blanco; y, naturalmente, para distintivos pequeños, como la escarapela, predominaba el color principal sobre el segundo de la bandera, en la que el amarillo, como menos importante, entra en menores proporciones que el rojo. Ya hemos visto que el Gobierno no se conformó con el dictamen de la Academia y que restableció el Decreto de 1843.

Aunque en 1873 se trató de hacer una reforma más radical en las banderas y escarapelas, no se llevó a cabo el proyecto, que tampoco se modificó en 1875, ni en 1878, cuando en el mes de Diciembre se volvió a tratar de esto en las Cámaras; porque suspendidas las sesiones a fines de aquel año, no se pudo resolver nada definitivo; observándose hoy un sistema mixto, bastante complicado, sobre el que sería conveniente recayese una resolución general, para adoptar un símbolo único, como se observa en todos los países.