A. La civilización del comportamiento. Introducción. I.

Nada hay de natural en un ser humano civilizado, nada que en su conducta o emociones podamos atribuir sólo o principalmente a la naturaleza.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

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La civilización del comportamiento. Introducción.

Nada hay de natural en un ser humano civilizado, nada que en su conducta o emociones podamos atribuir sólo o principalmente a la naturaleza. Cuando se nos pregunta por qué comemos así, por qué tratamos a las personas de un modo u otro, por qué satisfacemos nuestras necesidades fisiológicas de una manera concreta o por qué nos gobernamos emocionalmente de una forma u otra, una de las respuestas que intuitivamente aflora hace de la naturaleza el argumento principal con el que enfrentar tales interrogantes. Y así, podemos decir que lo "natural" es comer con cubiertos y no con las manos; que lo "natural" es utilizar un pañuelo y no la manga de la camisa para limpiar las mucosidades; que lo "natural" es saludar con educación a los que nos rodean; que lo "natural" es la contención y la moderación sentimental antes que las explosiones desatadas de rabia o violencia. Recurrir a lo que sea "natural" es un modo de contestar a este conjunto de cuestiones a la vez que un procedimiento para darlas por zanjadas. Si algo es "natural" es porque no puede ser de otra manera; se trata de algo dado de antemano que depende en poco de nuestra voluntad y que, como tal, siempre estuvo presente en la vida del ser humano.

Pero no es ésta la única respuesta que puede ofrecerse. Ligada a esa pervivencia de lo que es "natural" en el ser humano, aparece la "historia", que también puede emplearse como respuesta complementaria. Comemos con cubiertos y con platos porque "históricamente" así ha venido haciéndose a lo largo de los siglos. El tiempo en definitiva, valida un comportamiento que, de no haber sido el acertado o el más adecuado, no habría logrado permanecer vigente durante tantas generaciones. La "historia" corroboraría y ratificaría de esta manera nuestros hábitos civilizados. Junto a la "historia" puede aparecer, además, la "racionalidad" como argumento explicativo de una conducta civilizada. Desde esta óptica, emplear cubiertos sería lo más "racional" habida cuenta, por ejemplo, que resulta infinitamente más costoso trocear un filete con las manos. En cierto modo, y vinculado a la "racionalidad", es el "sentido común" el que impone usos como éste. Es más "racional" y de "sentido común" que cada cual cuente con su vaso o su plato a fin de reducir el trasiego en la mesa y que para ello cada comensal disponga a título personal de un sitio para depositar el alimento o la bebida que desea para sí. Íntimamente ligada a la "racionalidad" emerge la "higiene". Comer con las manos anega éstas de grasa y de suciedad convirtiéndolas en vía de contagio y almacenamiento tanto de gérmenes como de microbios. La racionalidad científica demuestra la existencia de dichos agentes patógenos que, como enemigos invisibles, acechan y minan la salud de la persona. Por todo ello, se impone la utilización de cubiertos.

Mas, al igual que antes afirmaba no haber nada de "natural" en el comportamiento civilizado, tampoco es una elección "racional" decantarse por el empleo de cubiertos en la comida y, del mismo modo, nada hay de "histórico" -en el sentido referido- en lo que podamos denominar un individuo civilizado. Ni la naturaleza, ni la racionalidad, ni el sentido común, ni la vigencia de un uso en el tiempo tienen la última palabra a la hora de dar cuenta de una conducta o emocionalidad civilizadas. La última palabra parece tenerla, a mi juicio, la sociedad, y en torno a esta idea se articula el trabajo que aquí presento.

¿Qué es civilización? ¿Qué es ser civilizado? Podrían ser éstos los siguientes interrogantes a los que hacer frente; interrogantes ciertamente con mayor grado de abstracción que los que con anterioridad se planteaban. El vocablo "civilización" entronca semánticamente con el vocablo latino empleado para referirse a la ciudad (civitas) y a un modo de vida de cariz urbano opuesto a otros de tipo tradicional, agrarios o rurales. Este modo de vida de vida lleva aparejado el empleo de técnicas y artefactos que se entiende conducen a la mejora de las condiciones de vida del ser humano frente a aquellos tipos tradicionales que, por oposición, pueden ser tildados de "bárbaros" o "incivilizados". La civilización comporta así una serie de elementos que liberan al ser humano, como ser vivo, de su anclaje en la naturaleza y que, en consecuencia, le permiten alejarse de ella. Elementos emancipadores de este género serían los avances educativos, los logros sanitario-higiénicos, los progresos en la alimentación, las mejoras en transportes y comunicación y el abanico de aportaciones técnicas ligadas a la modernización y el desarrollo. Asociado a tales elementos, aparece un tipo humano cuyo comportamiento y emocionalidad se emancipa de las servidumbres que impone la Naturaleza a todas sus criaturas; un comportamiento y emocionalidad depurados, pacíficos y progresivamente regulados y pautados. Así pues, el tipo humano civilizado se aparta de sus condicionamientos naturales que, por otro lado, son los que tiranizan al individuo "bárbaro" o "incivilizado". Sucumbir a los instintos, a las pulsiones, a los impulsos o a la agresividad es patrimonio distintivo de quien no es civilizado.