H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. VIII.

Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

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En primer lugar, es preciso constatar la existencia de una corriente crítica que entiende las buenas maneras como artificio encubridor del egoísmo, el interés propio, la vanidad o el afán de medrar. Desde esta perspectiva, las buenas maneras no serían precisamente prueba externa del ordenamiento moral virtuoso de la persona sino traducción de su inmoralidad y falta de escrúpulos. Esta corriente crítica toma forma anti-cortesana, forma 'pseudo-nacionalista' o forma dogmático-religiosa. La crítica anti¬cortesana se centra fundamentalmente en la denuncia de la Corte como nido de vicios, como espacio en el que todos ambicionan y medran, como lugar bullicioso opuesto a la paz campestre, como enclave en el que las buenas maneras disfrazan la hipocresía y como ámbito en el que se torna superlativa la soberbia humana (Nota: En nuestro país la obra que más fielmente encarna esta crítica a la Corte y la vida cortesana es Menosprecio de Corte y Alabanza de Aldea, de Antonio de Guevara (1481-1545), publicada en 1539. Se trata de una fecha anterior al tiempo que estoy ahora considerando pero se trata de una obra que anticipa y desarrolla una furibunda diatriba dirigida contra el universo cortesano. En esencia, los temas tratados por Guevara seguirán siendo objeto de atención tres siglos más tarde por cuantos se oponen al ideal de la Corte. Las palabras de Guevara no sonarán anticuadas a quienes prosiguen la crítica en los siglos XVII, XVIII y XIX. Valgan las siguientes como muestra: "El que deja la Corte y se va su casa, con más razón puede decir que se va a vivir que no que se va a morir; porque en escapar de la Corte ha de pensar que escapa de una prisión generosa, de una vida desordenada, de una enfermedad peligrosa, de una conversación sospechosa, de una muerte prolija, de una sepultura labrada y de una república confusa". Guevara (1984:152)).

La crítica de índole "pseudo-nacionalista" atiende a la posible afectación sobrevenida a través de las buenas maneras, a la que tacha de refinamiento vacío y superficial que en nada va a afectar al tradicional hombre español, siempre sobrio, valiente, sincero, cortés y sobrado de prestancia. Cualquier tendencia que amenace estos rasgos sobresalientes debe ser combatida: proviene del extranjero y podría subvertir la sobriedad, la valentía, la sinceridad y la discreta elegancia del español (Nota: Sobre esta cuestión relativa a la idealización del carácter del hombre español y la crítica a las modas de fuera que amenazarían la pervivencia de tal carácter es de útil consulta Herrero García (1966). En esta obra puede encontrarse una caracterización de dicho carácter a partir de testimonios originales de autores del siglo XVII. Se incide fundamentalmente en la sobriedad, la valentía, la sinceridad, la franqueza, la prestancia, la caballerosidad y el orgullo. Cfr. Herrero García (1966:59-68 y 80-101). Sirvan como ejemplo los siguientes apuntes: "El vicio de la glotonería menos ha tocado a España que a las otras provincias" (p.59), [...] esta belicosa nación parece que nació sólo para aventajarse a todas las demás en valor" (p.62), "Diego García de Paredes decía que en las otras naciones hablaban con los labios y los españoles con el corazón" y "Español soy, que me obliga a ser cortés y verdadero" (p.64)). Desde el ámbito de la Iglesia y la religión también arrecian las críticas contra el excesivo celo exhibido por algunos por mostrar unas maneras distinguidas. Ese interés malsano por la exterioridad o la apariencia del cuerpo conlleva el descuido de la interioridad y del espíritu, auténtica fuente de la que brota la esencia humana. Las buenas maneras pueden ser un adecuado complemento a una formación católica integral. Lamentablemente, a juicio de muchos eclesiásticos, los hombres únicamente desean unas maneras pulidas para atesorar prestigio y acrecentar su imagen ante la opinión pública (Curtin, 1985:400).

En segundo lugar, cabe señalar que el tradicional destinatario de los manuales de buenas maneras -el noble- ve disminuida su impronta sobre la sociedad, aquella que hacía de él la figura social de referencia. Mas la impronta de la nobleza decae conforme se incrementa la pujanza social de la burguesía. El contenido de las obras sobre buenas maneras abandonan ese proyecto de formación integral de la persona (Curtin, 1985:397). El ascenso social de la burguesía corre parejo a un proceso de privatización e individualización de la moral. El individuo se erige en propio soberano de su moralidad y por ello presenta cada vez mayor reticencia a aceptar criterios morales procedentes de instancias exteriores. Los manuales sobre buenas maneras serían una entre muchas de esas instancias exteriores al individuo que pretenden guiarle. En tanto el individuo se muestra progresivamente reacio a adoptar patrones morales diferentes de los propios, la pretensión moral de la literatura de buenas maneras ya no encuentra un receptor dispuesto a guiarse de acuerdo con sus preceptos. En tercer lugar y una vez advertida la disolución de tal pretensión moral, las buenas maneras se conciben como repertorio de conductas específicas y prácticas que han de aplicarse según qué situación social sea en la que se encuentre la persona. A este repertorio de conductas prácticas recurre la burguesía para revestir de prestigio su éxito económico y social (Curtin, 1985:412).

A la burguesía le interesan las buenas maneras en tanto vehículo para adquirir la estimación social que antaño disfrutaba la nobleza. La burguesía deja de lado aquellos preceptos relacionados con la moralidad aristocrática -el honor pleno, el privilegio, el respeto debido al superior en rango social- y se centra exclusivamente en la dimensión práctica de las buenas maneras: el comportamiento en la mesa, las visitas, el saludo, el vestido, los convites, las recepciones... Con su apuesta por las buenas maneras, la burguesía no aspira a la restauración de la moral nobiliaria ni a una redefinición de la sociedad estamental ni a la implantación de los antiguos privilegios. Busca, por el contrario, incrementar su prestigio y de ahí su recurso a las buenas maneras. Entiendo, por tanto, que la desmoralización de las buenas maneras se encuentra relacionada con la desaparición del sistema del Antiguo Régimen y la creciente pujanza social de la burguesía. La burguesía se interesa por las buenas maneras en tanto elemento capaz de conferirle un barniz de prestigio y desecha cuanto tiene que ver con la instrucción moral no porque la burguesía sea un grupo social "desmoralizado" sino porque concibe, fundamentalmente, que la moralidad es una cuestión privada e individual. Resulta extraordinariamente significativo que los manuales sobre buenas maneras incluyan cada vez menos preceptos relativos al comportamiento que debe tener la persona cuando se halla en soledad y no expuesto a las miradas de los otros. Los manuales estamentales, en su ambición moralizadora, ofrecían recomendaciones para la actuación de la persona cuando ésta se hallaba sola. Una vez se afianza el proceso de individualización y privatización de la moral, los manuales resultan desposeídos de legitimidad para prescribir lo que ha de hacerse en soledad. A partir de este momento, el único legitimado para hacerlo será el individuo.

Cuando las buenas maneras son neutralizadas en su sentido moral y son contempladas desde una óptica práctica, la reflexión en torno a ellas dentro de las publicaciones sobre buenas maneras se vuelve más y más superficial. Dichas publicaciones pierden profundidad analítica e intelectual y se ciñen a una serie de situaciones sociales concretas y a un inventario de conductas apropiadas a dichas situaciones. La dimensión moral de las buenas maneras concitó la atención de distinguidos pensadores y escritores como Erasmo de Rotterdam, Juan Luis Vives, Castiglione, Antonio de Guevara o Baltasar Gracián. Cada cual desde su perspectiva trató de las buenas maneras teniendo presente su conexión con la dimensión moral de la persona. A todos les interesó el tema dadas las posibilidades de reflexión que proporcionaban: las buenas maneras eran una buena ocasión para pensar la naturaleza humana, la identidad de la persona y su posibilidad de formación, las formas de cohesión social o la importancia de las costumbres colectivas (Laspalas, 1998:201). El propio Erasmo habló del estudio y reflexión sobre las buenas maneras como "la parte más grosera de la filosofía" (Nota: La cita completa que en la que se recoge la postura de Erasmo en torno al estudio de las buenas maneras es la siguiente: "Y no voy a negar que es ésta la parte más grosera de la filosofía; pero ella, tal como son hoy en día los juicios de los mortales, es muy mucho conducente tanto a ganarse la benevolencia cuanto a hacer aceptar a los ojos de los hombres aquellas otras preclaras dotes del alma" Erasmo (1985:19)). Hecha la salvedad, no tuvo reparos en incluirlas dentro del campo de la especulación filosófica otorgándoles la debida importancia. La pérdida de contenido moral de las buenas maneras se ve acompañada de un empobrecimiento intelectual y reflexivo de los contenidos de las publicaciones a ellas dedicadas y así, ya no serán autores tan sobresalientes como los citados anteriormente los que se ocupen del estudio de las buenas maneras. Éstas son entendidas como un convencionalismo, una simple práctica o una rutina y en consecuencia escritores y pensadores renombrados optan por no convertirlas en objeto de reflexión.