Conveniencias morales de la conversación. Usos generales.

Después de haberse informado del estado sanitario de la persona a quien se visita, conviene preguntarle acerca de su familia.

Nuevo Manual de la Buena Sociedad o Guía de la Urbanidad y de la Buena Educación.

 

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"Bondad", "moderación", "decencia", he aquí la divisa y el alma de las condiciones morales de la conversación.

El cuidado de ser siempre agradable y oficioso; de llevar en todo una sabia medida; de respetar el derecho de los demás, aún en las más pequeñas cosas; de escuchar el instinto de una honrosa susceptibilidad en todo lo que se refiere a la delicadeza, la piedad o el pudor; todas estas cualidades que constituyen la urbanidad, se encierran en estas tres palabras cuya alianza y reunión es tan afectuosa. "Bondad", "moderación", "decencia".

Los usos generalmente recibidos.

En el primer rango de los usos recibidos o comunes, encontramos el que se refiere a la información del estado de salud. Poco tendremos, necesariamente, que decir sobre el particular, pero indicaremos algunos consejos que no son de despreciar.

Importa variar lo más que sea posible la fórmula de estas preguntas usuales, absteniéndose de dirigirlas a un superior de mucho respeto, o a una persona a quien no se conoce o trata con alguna confianza, pues estas informaciones suponen alguna familiaridad. En este último caso, existe un medio de mostrar diligencia y oficiosidad sin faltar a la etiqueta y consiste en preguntar a los domésticos o a otras personas de la casa y luego decir al presentarse: "Tengo la satisfacción de saber que Usted está bueno".

Muchas personas suelen hacer estas preguntas maquinalmente sin aguardar la respuesta, o bien se apresuran a replicar antes que se les haya contestado, lo que es, ciertamente, de muy mal tono.

Ordinariamente esta información acerca del estado de salud no es de gran consecuencia ciertamente, pero siempre debe aparecer dictada por la atención y la benevolencia. Es preciso no engañarse acerca de esto y guardarse de descender a ciertos detalles respecto al estado de salud propia con las personas que nos son casi extrañas y que solo por fórmula de interés convencional nos dirigen semejantes preguntas.

Después de haberse informado del estado sanitario de la persona a quien se visita, conviene preguntarle acerca de su familia, pero sería pesado y enojoso hacer una larga enumeración de los miembros que la componen. Se puede hacer una pregunta colectiva, designando siempre las personas más importantes. En caso de ausencia de algún pariente próximo se preguntará si hay noticias recientes de él, y si son satisfactorias. La persona interpelada está en la misma obligación respecto a quien le dirige este cumplido.

Cuando se trata de una visita de ceremonia, en el momento en que os despedís, se os hace mil encargos de recuerdos y saludos para las personas de vuestra familia, y es preciso responder a ellos aunque sea brevemente pero buscando una frase oportuna expresiva de que cumpliréis vuestro cometido y de que agradecéis esta atención.

La política y urbanidad esparcen sobre las más reducidas comunicaciones sociales en variar de modestia, de gracia y de deferencia que se debe procurar conservar con minucioso cuidado. Cuando se habla es preciso emplear el nombre de "señora" o "señorita", en su respectivo caso, y el de "Sr. de. . ." añadiendo el apellido, o "Sr. D. Fulano" simplemente cuando media algún trato y confianza. Al responder tampoco debe decirse secamente si o no, sino valerse de alguna fórmula adecuada y oportuna.

Cuando la persona con quien se habla tiene algún título, entonces también se acostumbra decir: "Sr. Conde", "Sr. Marqués", etc.

Una señora no debe permitirse nunca decir mi marido, sino nombrarle por su apellido que es la costumbre generalmente recibida.

En cuanto a los hombres tampoco está en uso el que se permitan decir "mi mujer o mi esposa" y deben usar ya de la palabra señora, bien de su nombre de pila, según el mayor grado de confianza e intimidad que les una a las personas con quien hablan.

Lo que aquí dejamos dicho se aplica exactamente a las personas que se dirigen a saludar a cualquiera de los esposos y preguntar por la salud y asuntos del que no está presente.

A los padres no se les pregunta como están "sus hijos", sino que se emplea respecto a las mujeres la palabra señoritas o su nombre propio, y respecto a los varones bien el "Sr. de...", si son ya personas de posición y no se tiene confianza con ellos, ya por su nombre del bautismo en otro caso.

Cuando se habla de sí mismo y de otra persona, bien sea presente, o ausente, la buena educación exije que no se haga mención de sí propio sino en segundo lugar.

Cuando refiráis alguna aventura personal cuyas circunstancias sean honrosas para vos, y una persona distinguida ha compartido con vosotros ese honor, debéis hacer mención de ella solamente, y este sacrificio de la modestia debe seros retribuído por la atención y delicadeza del superior que a su vez debe publicar vuestro mérito en tal ocasión o suceso.

Sabido es que el verbo mentir no se encuentra en el diccionario de la buena educación y que cuando uno se vé obligado a negar una aserción debe emplear fórmulas muy atentas cómo por ejemplo: "Quizá esté equivocado pero me parece ...", "Usted me dispensará, más yo creía", etc. Las fórmulas siguientes: "Si lo que Usted dice es cierto, si lo que esa señora anuncia es positivo ...", están reprobadas por la buena sociedad.

Jamás se pide una cosa sin emplear una frase de atención tal como:" Quiere Usted tener la bondad; sería Usted tan amable ...", etc.

Si tropezáis con alguna persona por insignificante que sea el tropiezo, pedidle prontamente perdón y a su vez, la persona lastimada está en la obligación de contestaros atentamente.