Obligaciones positivas. Respecto a los maestros. los bienhechores, los mayores y los superiores

Obligaciones para con los demás. Hay que conocer una serie de normas de cortesía y respeto para relacionarse con los demás

Tratado de la obligaciones del hombre. 1821.

 

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Obligaciones respecto a los mayores, bienhechores, maestros y superiores

Tenemos para con los otros algunas obligaciones, que son generales y comunes para todos, y otras respectivas a cada uno en particular.

Obligaciones positivas

Estas se reducen a hacer a todos todo el bien que podamos.

Los actos que principalmente debemos ejecutar en beneficio de los demás son los que se llaman obras de misericordia, así espirituales como corporales, que no repetiremos aquí, estando ya explicadas en el Catecismo.

Solo añadiremos que no hay en el mundo deleite más dulce y más puro que el de hacer bien a otro, ni satisfacción que más llene nuestro corazón que la de poder hacer feliz a alguno.

Así, siempre que se presente ocasión de poder favorecer a cualquiera, debemos aprovecharla con el mayor anhelo, sin detenernos en sufrir cualquiera incomodidad que traiga consigo, seguros de que la complacencia que nos resultará, la compensará superabundantemente.

Obligaciones particulares

Respecto a los maestros

Lo mismo que debemos a los padres tenemos que agradecer proporcionalmente a los maestros que se fatigan en instruirnos. Por consiguiente estamos obligados a profesarles también un verdadero amor, un justo agradecimiento, una obediencia filial y un sincero respeto , y procurar recompensarlos con nuestra aplicación y buena conducta de los trabajos que sufren para beneficio nuestro.

Respecto a los bienhechores

También debemos profesar amor y agradecimiento a todos los que por cualquier término nos hicieran algún bien, conservando en la memoria sus beneficios, y anhelando ocasión de pagárselos. La ingratitud es el vicio más vergonzoso y más abominable en que puede incurrir el hombre .

Respecto a los mayores y superiores

Es preciso también que tengamos respeto y reverencia a todos aquellos que son nuestros mayores por su edad, por su clase o por su autoridad , y singularmente a los Ministros de Dios, como son Obispos, Sacerdotes y compañía, presentándonos delante de ellos con modestia, y hablándoles con humildad y sumisión.

Aun con más razón debemos hacer esto con nuestros propios superiores, a los cuales además hemos de estar subordinados, ejecutando prontamente cuanto nos manden.